Ya pasó un mes desde el gran temblor de tierra, desde el gigantesco tsunami que arrasó las costas niponas. La cifra de muertos in crescendo, alrededor de 30.000 muertos, aunque las autoridades que cuentan cadáveres vayan aún por los doce mil y pico. Esos desaparecidos no están haciendo compras en el súper, no.
Japón no dejó aún de temblar desde el 11 de marzo. Lo hizo en centenares de oportunidades desde entonces, algo así como quinientas veces, contando sólo los temblores de magnitud 4 o superior. Hoy tuvieron uno fuerte: 7.1 Ritcher indicaron algunos sismógrafos, 6.8 la medición oficial registrada. Y el miedo, el miedo a que se rompa algo más en Fukushima I, o a que los apagones de luz consigan que alguna otra central atómica, o alguna planta de procesado de combustible nuclear se una al inmenso desastre que está provocando la frivolidad humana. Miedo compartido que nos mantiene en vilo a quienes seguimos lo que allí acontece, hasta que hora y media o dos horas después llegues al convencimiento de que si se rompió algo... no nos lo van a decir.
Lo bueno es que el gobierno de Japón va a evacuar más gente. Digo que es lo bueno no porque me alegre de que la superficie legalmente inhabitable pase de ser unos 630 km2 a unos 2.500 km2, sino porque me parece que pudieron empezar con ésto semanas antes. Les dan una semana para preparar su evacuación y hacerla así ordenadamente. Aún no busqué la cifra de este nuevo éxodo, pero aún no son cifras demasiado escandalosas para lo que, lamentablemente, viviremos más adelante. Creo recordar que en esa zona la única población grande es Fukushima y está como a 61 km de la central, con lo que no hablan de eso aún. Serán pocos más los desplazados que los de la primera evacuación.
Una evaluación independiente, realizada por investigadores de las Universidades de Kyoto e Hiroshima, considera que los niveles de radiación facilitados por el gobierno japonés y por la empresa TEPCO están falseados.
Detectaron radiación en rangos de entre 590.000 a 2.190.000 bequerelios por metro cúbico fuera de la zona de 30 km. Cifras que superan con creces los niveles de Chernóbil que estaban por debajo de los 550.000 Bq/m3. Bequerelios de Cesio-137 en ambos casos, con un período de semidesintegración de 30,23 años, con lo que cuando transcurra ese tiempo la radiación de ese suelo se reducirá a la mitad.
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